Celebro desde mis despojos

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Hace un par de horas, me enteré de una noticia que seguro más de la mitad del planeta ya comenta: Bob Dylan, Nobel de Literatura 2016.  A pesar de que esta sea una situación extraña para mí, pues había pensado regresar al blog con otro post, verteré algunas palabras sobre esta agradable sorpresa. No, no nací con un disco de Dylan bajo el brazo, como me exigen algunos «sabios» antes de conversar sobre él; tengo apenas diez años de conocer parte de su obra (sí, no toda). Solo bastó, podría afirmarlo, estar un día pegado a sus discos (que antes formaba parte de Youtube) para deslumbrarme por completo; por su espectro, su leyenda, sus melodías, tan vigentes hoy, y sus letras, mismas que no sé por qué muchos se empeñan en arrojarlas a la atmósfera meramente «musical». No sé por qué muchas personas reniegan de esta mención. Seguro no se han tomado la molestia de consumirlo; sí, no solo escucharlo, sino leerlo. Dicen que es un premio de literatura, no de música; bueno, yo les respondería a ellos: ¿qué entienden por literatura?
Está demás decir que celebro, desde los despojos de la persona que pude ser, la reciente mención de Robert Zimmerman.

Adjunto la foto de dos objetos significativos para mí, regalados por un gran amigo que me presentó al mundo (y a Dylan en él) en su más cruda versión. Sé que él, en donde esté (no está muerto, solo que en verdad no lo sé), brindará esta noche.

 

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