«Lo que más me ocupa es la caricatura política» entrevista a Markus Ronjam

Por: Juan Valle Quispe

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http://caraxoman.blogspot.com/

No debe ser sencillo leer una sola tira de las aventuras de Caraxo Man o ver alguna caricatura política de su autor Markus, sin que te vengan ganas de buscar más. Su estilo no ha tratado de estancarse, y tal parece que sus temas de interés lograron que eso no suceda. Con una notable madurez, propia de quien se siente más seguro de lo que sabe, Markus denuncia, critica, tal vez sin dejar el plan de estar  “jodiendo como siempre”, recordando el eslogan del blog de Caraxo Man del que dejaremos el enlace al final.  Agradezco también a Verónica, la novia de siempre de Markus, por su apoyo en la entrevista.  

¿Cuándo quisiste unir lo que te molestaba de la sociedad con tus dibujos?

Creo que por el año 92. Hacía historieta, sí, pero respecto a humor político propiamente dicho, empiezo con las viñetas hechas para El otorongo. Antes solo coqueteaba con la política, como en algunas tiras de Caraxo Man, hay una donde aparece Vladimiro, aunque seguía sin ser muy directo. Me has hecho acordar que desde el colegio ya hacía algunas cositas. El “profe” de música trabajaba en otro colegio en donde había una directiva corrupta que era puro “chanchullo”. Como uno de los que dibujaba en el salón era yo, entonces se le ocurrió que una idea para denunciar estas cosas era con caricaturas. Seríamos dos o tres patas los que dibujaban en ese tiempo. De repente llegó un día de examen y me hizo salir del salón; “¿profe, qué he hecho?” reclamé y él “mira, en mi otro colegio pasa esta cosa…”. Ya de ahí salía una idea y yo sobre eso planteaba una imagen. Más o menos, creo que eso podría ser una suerte de inicio.

Entonces, empezaste por encargo.

Claro, pero no me lo tomaba como “putamare este huevón ya me cagó…”. Pienso que lo que ayudaba era que yo me compraba el pleito. Él decía, “pasa esto” y yo “¿ah, sí? Ta’ huevón, ni cagando…”, y hacía el dibujo. Nunca lo tomé como una obligación para mí; al contrario, yo pensaba “esto está mal, hay que hacer algo”. De paso que tenía nota en música.

¿Qué tanto de formación teórica debería tener alguien que se aventura a la historieta y al dibujo?

Uno debe leer un huevo, leer de todo.  Es cierto que si quieres dibujar tienes que tener en cuenta la cosa teórica, pero hay que leer, y mucho.

Aunque no has vuelto a sacar un libro sobre Caraxo Man, ha sobrevivido discretamente, ¿qué tanto te costó dejar de hacerlo tan seguido?

No siento que lo haya dejado de hacer o que me haya despegado de él, sucede que hay otras cosas que a veces te jalan más. Antes hacía una página cada cierto tiempito, pero después me aboqué al humor de corte político. Ni bien pasa algo, si un ministro de mierda hizo algo o la ha embarrado, me pongo a cranear todo el tiempo. Ni siquiera así podría decir que “he dejado” el personaje. El 2011 hubo un poco de chongo por el tema de Mistura, entonces se me ocurrió una de Caraxo que se zampa a Mistura haciéndose pasar por “Guatón Angurrio”. Creo que si sale una idea de Caraxo que me atrapa de repente, voy y la hago. No es que haya puesto en internet un aviso de “hasta aquí nomás dibujo a Caraxo”, simplemente creo que hay facetas y en esta, lo que más me ocupa, es la caricatura política.

¿Sientes más satisfacción con las publicaciones por las que te pagan o con las que difundes por el Facebook y blogs?

La única publicación en donde me han pagado por chambas de este tipo, si no me falla la memoria, ha sido El otorongo. Allí pagaban por colaboración publicada, o sea, no es que mandes veinte dibujos, seleccionen dos y te paguen por esos veinte. Mi experiencia no fue como la de otros que manejan una constancia o tienen mayor eficacia, es decir, que cada cosa que mandaban salía publicada. No podría hablar de una satisfacción a carta cabal porque muchas veces mandaba viñetas que al final no salían, lo que en menos de un año me obligó a replantearme las cosas y dejar el suplemento. Distinto ha sido con las publicaciones “no pagadas”, o sea las que cuelgo en internet, no solo por la gráfica en sí, sino por la discusión que genera. El “Tajo Perú”, por ejemplo, cuando lo publiqué, las primeras reacciones fueron positivas, luego se armó un chongo entre los que decían que era la pura verdad y los que se arañaban y reclamaban porque “no amaba mi país”; como cuando se criticó a la Marca Perú: sale el video Perú Nebraska y el público se hizo la paja viendo a Machín y compañía haciendo payasadas. Luego empezaron las reacciones, justamente porque esto salía con el país sumido en conflictos sociales, con el Baguazo fresquito todavía y de ahí surgió un accidentado “debate” que finalmente desnudó la precariedad del discurso. Es este tipo de cosas lo que hace que publicar un dibujo, independientemente de si es para una publicación formal o si es por tu cuenta, sea una labor interesante.

Colaboraste en El otorongo, suplemento de Perú21, ¿eso quiere decir que alguna vez sentiste simpatía por un medio periodístico?

En la época que entro a El otorongo, yo acababa de publicar ¡Por un caraxo! Ahí nomás me puse a dibujar para sacar segunda parte, en eso surgió el suplemento, justo para las elecciones del 2006 entre Alan, Lourdes Flores y Humala. Yo no tenía intenciones de participar hasta que unos cumpas que ahí dibujaban me dijeron para mandar trabajos.  Para ese tiempo no estaba tan marcada la concentración de medios como ahora que la cosa ya es rochosa. ¿Si en esa época tenía simpatía por algún diario? Quizá veía con buenos ojos a Perú21 como podría haber visto con esa misma mirada cualquier otro medio, pero tampoco es que haya visto mucho que se diga. Por parte mía había ignorancia e indiferencia acerca de cómo operan los medios o qué papel han desempeñado en el correlato de nuestra historia, defendiendo cualquier cosa, menos la “verdad” o la “justicia”. Lo puedes notar, por ejemplo, en las elecciones de 2011, cómo la prensa hizo lo imposible por levantar a Keiko, o cuando ven a más de dos mil manifestantes y dicen que fueron solo trescientos, o cuando hablan de una marcha por el agua y lo reducen a “revoltosos”. Uno podría sorprenderse por ello, pero si contextualizas, empiezas a ver las cosas con otros ojos y saber qué puedes esperar de los medios.

¿Alguna vez viste algo salvable o rescatable en la política peruana?

No, y te digo por qué. Como te conté, manejo moto, y en el 2010 el gobierno de Alan, en uno de esos manotazos de ahogado para combatir la “inseguridad”, promulgó una ley para obligar a los motociclistas a llevar chaleco y casco con su placa pintada. La gente reaccionó y comenzó la movilización. Al final, llegamos al congreso donde se presentaron dos proyectos de ley para derogarlo. Un asesor del congreso nos dijo que no nos preocupáramos, que el proyecto lo iban a aprobar porque el congresista  que lo presentó se llevaba bien con todas las bancadas. “¿Y si no se lleva bien?”, le pregunté. Él respondió “Le dan de baja al proyecto”. Es decir, al final se trata de una cuestión de simpatías e intereses partidarios, y no de sentido común.

Desde el 2011 publicas “quillcas”, los dibujos basados en el estilo de Guaman Poma de Ayala, ¿cómo llegaste a la lectura de La nueva corónica y buen gobierno?

Digamos que gracias a mi hermano. Él me regalo una edición de la Nueva corónica… donde aparecen buen número de ilustraciones. Ya había visto antes dibujos sueltos, en libros de historia, pero ajenos a su real contexto o motivación. Luego de ver la obra uno entiende que no son dibujitos donde se describan pasajes bucólicos o una oda al paisaje incaico, y que la imaginería de Don Felipe no tiene motivaciones decorativas ni mucho menos.

¿Cómo calificarías su estilo?

Sé que Felipe no era un experto dibujante. Si recurrió al dibujo fue para expresar en gráficas lo que él ha visto, más que ser un Dalí. Hay una etapa donde se nota un tipo de trazo y otra donde se ve un poco más elaborado, como que fue evolucionando hasta hacerse reconocible, como un estilo propiamente dicho.

¿Le ubicarías alguna influencia de otro artista de su tiempo?

Sobre Guaman Poma se habla de su cercanía o amistad con un español que también hacía algo parecido, describir sucesos, dibujarlos, etc. No recuerdo bien cómo plantean esa relación, es decir, si había amistad u  odio. Sobre si hay alguna influencia, eso te lo podría decir un erudito. Yo pienso que es un autor original.

¿Cómo viste el tema de la denuncia en Guaman Poma y cómo trataste esto en las “quillcas” que haces?

Los vi como un testimonio crudo, que no esconde nada. Uno siente impotencia e indignación al ver cómo queman a su abuelo para robarle o más (violación, matanza, etc.) unos ladrones de mierda. Siglos más tarde la cosa continúa. Ahí tienes las noticias de Cajamarca, los policías que patean ollas comunes, calatean a un periodista para quitarle la cámara, los muertos por bala, etc. ¿Cómo ilustrar tanto abuso? Pues la respuesta está ahí, en la chamba de don Felipe que, salvo cuestiones de forma, mantiene su vigencia. Porque habría que estar totalmente enajenado para pensar que la barbarie que él ilustra en su crónica pertenece al pasado, cuando eso sucede todo el tiempo, y no precisamente se trata de un choro común y corriente que asalta a alguien, sino de las autoridades, del gobierno, o sea, del poder. Joroba ver que sucede eso y mientras tanto los medios están ocupados en que si fulanita se acostó con tal o si tal otro pata mandó sus fotos calato.

Retomando a Caraxo Man, en ¡Por un caraxo! hay un episodio llamado “Caraxo se va a la recuntracunchaysumaytrix”. Recordé que desde que era chibolo, al pasar por el zanjón de Javier Prado, veía pintas de “ALAN VUELVE”. Desde que vi tu tira hace unos años, siento que es muy actual. Hasta ahora Alan García da la idea de que quiere hacer todo lo posible para volver al poder.

Creo que si Alan es reelegido el 2016, puede morir tranquilo. El gran plan que tiene para su ego megalomaníaco es ser “el presidente del bicentenario”. Ya con eso, el 28 de julio del 2021, entregando el fajín, que le metan un tiro o que le dé un infarto, no le va a importar. Ahora aparece piola porque es un ajedrecista, siempre está calladito pero de repente sale para decir algo. Cuando sale lo de la Megacomisión, el huevón suda frío, pero al final sale como si nada. Aunque la cosa para el 2016 será complicada. El 2006 salió el outsider, que era Humala, pero por el pánico chavista se votó tapándose la nariz. El 2011, a pesar del reeditado cuento de la amenaza chavista, ganó Humala, que de cuco chavista ahora es el mejor amigo de los empresarios, con lo que la esperanza en el outsider ha quedado pulverizada. ¿Por quién va a votar la gente ahora? ¿En quién va a poner sus esperanzas de cambio? ¿En Keiko? ¿En PPK? ¿En el traidor de Toledo? Nadine podría encarnar esa esperanza, aunque dice que no se va a lanzar, pero recordemos que en el 89 Alan dijo que no quería volver a ser candidato nunca y ya lo vemos, postuló el 2001 y el 2006 y ahora está que se hace el que no.

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